Una vez más el fútbol, nuestro amado
fútbol, mi amado fútbol, me da hilo para tejer sobre aspectos de la vida y la
cotidianidad. Y así mucho intelectual, intelectualoide, godo, godoide, anarco y
anarcoide diga que es el “opio del pueblo”, “el pan y circo”, “el objeto
político de distracción” etc…; en lo personal, y sé que para muchas otras
personas de diferente orden social, intelectual, racial, etc… este juego es una
pasión que se disfruta y sufre, que nos enseña varias cosas valiosas, que nos
refleja a la vida misma, y que a la vez nos distrae y abstrae de esa realidad
que a veces nos agobia y cansa.
Nosotros, los amantes al fútbol, tenemos
muy claro que la entretención, el ocio, la distracción, y el juego son
necesarios para nuestra existencia, y que disfrutarlos no nos hace brutos ni
ajenos a la realidad que debemos afrontar para tratar de hacer de nuestro mundo
y nuestra existencia mejores lugares. Y es por esto mismo que siento que para
poder retomar mi vida y cotidianidad en este momento con algo de normalidad, tengo la necesidad de
escribir algo y desahogar lo que estoy sintiendo y pensando sobre lo que acaba
de hacer la Selección Colombia en la Copa América 2024 y todo lo que ha
generado este último mes, así que aquí voy.
Colombia es un país que a su vez es una
gran contradicción. Por un lado, es geográficamente privilegiado, con una
biodiversidad literalmente divina, y con muchísima pero muchísima gente buena, camelladora, talentosa, honesta, amable y alegre. Por otro lado, es una nación ultra compleja por su
polarización política, por su violencia enraizada en todo ámbito de la sociedad,
por su desigualdad social, por sus niveles de corrupción, por la intervención
de la mafia en todos los ámbitos y espacios nacionales, por su bajo nivel
educativo y por otras varias problemáticas que podría mencionar y que NO son
comunes en otros lugares del planeta que hacen del colombiano promedio un ser
egoísta, ventajoso y poco solidario, y por ende de Colombia un lugar bastante
difícil para existir.
Es así como en la necesidad de huir de esta
parte de la cruda realidad que nos sumerge, la selección colombiana de fútbol
emerge tal vez como el único elemento que nos une de verdad como país, y nos
aparta al menos por unos minutos, y con suerte algunos días, del odio, la
polarización, el agobio del exceso de trabajo, y las demás adversidades del día
a día de los nacidos en esta tierra.
“La sele” como parece se acaba de institucionalizar
el nombre del equipo gracias al reggaetón de moda, nos regaló un mes de alegría
y esperanza, fundamentados en la unión, en el trabajo en equipo, en la alegría,
en la confianza en tu amigo, en el valor al esfuerzo de tu par, en la ayuda al
que se cae, en la convicción de que si lo hacemos bien podemos ser nuestra
mejor versión. Las historias de vida de los jugadores, las de infancia de
varios, las de resiliencia de otros como Muñoz, las de resurgir de las cenizas
como James y Davinson, nos hacían pensar en nuestras propias historias de vida
y lo que hemos superado y logrado a lo largo de ellas. Las risas, los abrazos,
los bailes, la sencillez, la naturalidad y hasta las lágrimas de estos
muchachos nos hicieron verlos como uno más de nosotros, y por eso su meta se
convirtió en la meta de todos. Creo que esto fue el gran aporte que nos dieron
estos señores liderados por Néstor Lorenzo este mes.
En lo deportivo, en mi opinión, tuvimos un fantástico equipo. Jugaron con gran convicción en lo que tenían y proponían en la cancha, y no se mostraron inferiores ante nadie. Fue un equipo honesto y versátil en su propuesta, y corroboró que hoy por hoy le podemos jugar mano a mano a quien sea, más viendo lo visto en la Euro que se jugó paralelamente. Hubo niveles altísimos como los de Lerma, James, Davinson, Ríos y Muñoz (no me voy a adentrar en lo de su expulsión). Los demás a muy buen nivel también, y no desentonaron en su altísima mayoría.
Claro, tengo reparos porque me gusta mucho
el juego, creo que sé de él y me muevo en un círculo de amigos que creo que lo
vemos desde otra perspectiva en torno a la competitividad y a lo que sucede en
la cancha táctica y emocionalmente, y entonces entendemos que hay cosas por
mejorar y cambiar. No me gustó el torneo de Lucho Díaz y mucho menos la final
que jugó, no llevaría más a la selección a Matheus Uribe ni a Juan Fernando Quintero,
reconociendo su talento y esfuerzo brindado estos años, y pues queda el
sinsabor de no haber logrado el triunfo en la final.
Final en la que se jugó bien, pero
estábamos ante un gran rival de una categoría y un oficio futbolístico
tremendos. Nos demostraron con su convicción y juego por qué son los actuales
campeones del mundo, y aunque en varios lapsos los hicimos lucir incómodos y
jugamos mejor, nunca en realidad los vimos “quebrados”. Equipazo argentino que
sabe cómo y cuándo hacer daño, y que bien merece todo lo que ha ganado, enhorabuena
para ellos, y para nosotros también porque se le plantó cara al mejor con buen
fútbol y convicción. También creo que nos pasó un poco de factura el tema
físico de la exigencia de los partidos con Brasil y Uruguay, y el día menos de
descanso, pero es un aspecto muy subjetivo del que no puedo pasar más allá de
la elucubración.
Tengo convicción y siento que este equipo y
este proceso están para darnos más días felices, y que tal vez logren/logremos
cosas impensadas. Que siga Lorenzo, que siga el proceso, que siga la unión y
que empecemos a escribir una nueva historia al menos en lo deportivo, está
claro que podemos jugar mano a mano contra los mejores del mundo.
Anoche se acabó el partido, y fue un aterrizaje
forzoso a la realidad. Queríamos que fuera un vuelo más largo y que tuviera un
aterrizaje sutil, pero hoy lunes 15 de julio el silencio que gobierna las
calles tan pobladas como cualquier otro lunes, nos hace recordar que todo sigue
como venía y que este pequeño vuelo ya terminó, pero que igual fue un muy lindo
vuelo de soñar, y que bienvenidos serán muchos sueños como este.
Banda sonora: A thousand trees (by Sterephonics) https://www.youtube.com/watch?v=d-S1o5OmMMo